viernes, 20 de mayo de 2011

El Ingreso Universal Ciudadano


Una visión desde el socialismo

Dice Zygmunt Bauman: hace más de dos siglos el trabajo es el único medio legítimo para acceder a un ingreso, además el trabajo es identificado con una actividad vendida. Hace tiempo que se evidencia la absoluta limitación e insuficiencia del esquema, y queda revelado que sobre este esquema aflora una amenaza a los parámetros éticos, la solidaridad social y la trama de las relaciones humanas.

Hoy se postula la idea del ingreso básico, que reaparece una y otra vez desde mediados del siglo XX bajo diferentes nombres; hay diferentes argumentaciones:
1) El argumento de la necesidad: no hay suficiente trabajo pago para garantizar la supervivencia de todos.
2) El argumento de la justicia histórica: la riqueza que se posee es un legado del conjunto de generaciones anteriores y debe, entonces, beneficiar a todos sus descendientes.
3) El argumento de la equidad básica de los derechos humanos: es cierto que todo el mundo tiene derecho a hacer con su vida lo que considere mejor y tiene la obligación de ganarse los recursos necesarios para concretar esa elección, pero el derecho a seguir con vida que condiciona toda elección y que la precede es propiedad inalienable de todos los seres humanos, no algo que tengan que ganarse.
4) El argumento de la subsistencia: señala los beneficios de que gozarán los integrantes de la sociedad ya que estos podrán asegurarse la subsistencia sin someterse a la definición de trabajo impuesta por el mercado. Tener calidad de vida requiere de mucho esfuerzo, pero a veces esta condición es desatendida debido a las presiones que surgen de someter a los merecimientos humanos a los veredictos del mercado laboral.
Un ingreso universal liberaría el tiempo, el trabajo, el pensamiento y la voluntad necesarios para ocuparse adecuadamente de otras actividades ahora descuidadas, para beneficio evidente de la calidad de vida de todos los involucrados.
Pero el verdadero argumento de favor del Ingreso Básico no se hallará en la obligación moral hacia los pobres, ni en la interpretación de justicia social, ni en los beneficios de la calidad de vida común, sino en su SIGNIFICACIÓN POLITICA o en su importancia para la política, es decir, en el hecho de que es condición indispensable para el renacimiento de la ciudadanía y una republica plena, ya que ambas solo son concebibles en compañía de gente confiada, gente libre del miedo a la existencia, gente segura.
Hay tres explicaciones demostrativas a favor de la propuesta del ingreso básico:
PRIMERO: se plantea la propuesta como una medida de política social.
SEGUNDO: se supone de manera tacita, que existe el deseo político y la fuerza necesaria para implementarlo.
TERCERO: calculan los costos de la medida con la intención de demostrar que son afrontables, para desautorizar las objeciones de autoridades políticas.
Estas explicaciones demostrativas son innegables pero son cuestionables por tres aspectos:
PRIMERO: la importancia de la propuesta se reduce considerablemente si el ingreso básico es presentado como “una medida de política social”. Esto sugiere que la razón de recurrir a un ingreso básico general es resolver “el problema de los pobres”.
Debe ser establecido como un derecho basado en la ciudadanía y no en el hecho de “necesitarlo más que otros”. Se cambiaría la naturaleza de la política, que dejaría de ser un agente de ley y el orden y una brigada de control de crisis para convertirse en una fuente de bienestar común. La política, así, en vez de dedicarse a apaciguar las divisiones y a impedir que los conflictos entren en erupción, la política podría llegar a convertirse incluso, en la sementera de la solidaridad.
SEGUNDO: No resulta del todo evidente que la clase política actual esta motivada por el deseo de cumplir con las obligaciones del Estado Social. Hoy, el nuevo consenso no es aliviar la situación de los pobres, sino, librarse de ellos, esperando de esa política que se reduzca el número de personas que viven de la caridad e incluso que se haga desaparecer el doloroso tema moral de “la carga de los pobres”, o sea, borrándolos de la agenda de preocupación públicas y de las preocupaciones éticas.
TERCERO: Todos los argumentos fundados en la “afrontabilidad” implica la aceptación del “Estado Social” esencialmente como la transferencia de dinero de los que ganan a los que no lo ganan. Argumentar la afrontabilidad es un bumerang, ya que debilita en vez de vigorizar el planteo de la necesidad del ingreso básico, a la vez que disminuye la trascendencia de la reforma propuesta.
Si al ingreso básico lo introducimos bajo el auspicioso argumento del calculo de tipo contable se incorporará con un error potencialmente terminal y difícil de borrar, ya que esta política estará condenada así, a una vida de ajustes y que dependa de las factibilidades financieras de cada coyuntura, y lejos de convertirse en la base de una nueva seguridad se constituirá solo en otro factor de incertidumbre.
La sociedad de consumo seguirá haciendo lo que la naturaleza le dicte: alimentar deseos y expectativas, la carrera del consumo difícilmente se detenga.
Para empezar, el derecho a un ingreso universal disminuirá las apuestas del juego del consumo, ya que entrar en él ya no será cuestión de supervivencia (comprar y consumir es la única forma de seguir con vida, por ser un asunto de vida o muerte el consumismo no permite elegir). Una vez que el asunto de vida o muerte se resuelva fuera del mercado, el consumismo se reduce a sus verdaderas proporciones: como una elección de vida, no como una necesidad existencial. Si hay algo que limita el ingreso básico son los riesgos que implica la práctica de la libertad. Cuando se alcanza este objetivo, los hombres y mujeres que ya no temen usar su libertad pueden encontrar el tiempo, el coraje y la voluntad necesarios para construir significados cada vez más humanos de su humanidad, para considerar y elegir formas de vida que sean satisfactorias y racionales al mismo tiempo.
Es necesario tener en la vida una seguridad que permita atreverse a nadar, si es preciso, contra la corriente, y seguir nadando durante todo el tiempo que haga falta para que otros nadadores se unan al esfuerzo y poder lograr, mediante el esfuerzo conjunto, que la corriente cambie de dirección.